miércoles, 1 de octubre de 2008

El fin del Ramadan

Terminó ayer. Es un acontecimiento al que antes no prestaba mucha atención. Con "antes" me refiero a cuando vivía en Madrid. No por nada en especial, sino porque no me llegaba la información o los medios le prestaban menos atención o porque a mi alrededor más inmediato nadie era musulmán ni lo practicaba.
Pero desde que vivimos en este barrio es una realidad mucho más cercana a nosotros. Por ejemplo, ayer se veía desde primera hora de la mañana mucha más actividad en la calle, familias enteras entrando y saliendo de las casas de otros familiares o amigos y vestidos con sus mejores ropas, los niños con traje y corbata y las niñas con vestidos de colroes y telas muy brillantes...No se si irían a la escuela o los adultos a trabajar, pero parecía que hubiera otras cosas mucho más importantes para ellos ayer.
Cuando hablo con mis alumnos acerca de dónde vivo y dónde está situado nuestro barrio se soprenden y me preguntan si no nos molesta vivir aquí, con tanto ruido y señoras que sacan su silla a la calle y niños que juegan al fútbol entre los coches u hombres que van en grupos al café y a la mezquita situada al final de la calle. Me sorprende esa pregunta, porque son todos esos detalles, el ruido en la calle, el olor a comida que sale de las casas, los niños que juegan todos juntos en la calle, las mujeres que se reúnen a la puerta de casa con su silla a charlar los que me encantan de vivir en esta ciudad.
"Ah, claro, es que eres española, y a los españoles os gusta mucho eso de vivir en al calle y el contacto social y no hacer nada sino hablar con las vecinas o ir al café, ¡como los turcos de tu barrio!", dicen a modo de explicación algunos de esos alumnos incrédulos.
Eso será, porque me siento casi como en casa...

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