jueves, 2 de octubre de 2008

Los trenes

Son el medio de transporte en el que voy a trabajar, tres veces por semana, unas dos horas de media al día me paso entre esperar en la estación, cogerlo, ida y vuelta. Eso si no hay retrasos o averías, que me ha pasado un montón de veces. Pero un montón, tengo muy mala suerte con eso. O, simplemente, quizá es que los uso mucho y ya está, de modo que las probabilidades de que me pasen cosas raras y sufrir retrasos aumenta.
Ayer estaba en mi tren de las 16.48 camino a Kortrijk, como cada martes y miércoles, con mi periódico gratuito estupendo para repasar mi neerlandés. Enfrente de mí se sentó un señor (como tantos otros, tantos otros días) que inmediatamente sacó un cuaderno y un lápiz de su mochila. Hasta ahí, todo normal. De pronto me di cuenta de que me miraba fijamente, pero como a ráfagas cortas. Medio segundo y vuelta a mirar al papel. Con su iPod funcionando, aislado del mundo. Mirada rápida hacia mia siento y otra vez al cuaderno, lápiz en mano. ¡Coño, está pintándome!Vale, vale, no puedo saberlo al 100%, porque no me lo enseñó ni yo le pregunté, pero estoy segurísima, ¡segurísima! Como me daba un poco de vergüenza y ya no podía concentrarme en leer, decidí hacerme la dormida y aparentar que no me había enterado de lo que estaba haciendo...Tengo que admitir que me sentí halagada, aunque al principio me estaba dando un poco de vergüenza, pero imagino que será algo que ese señor haga cuando se aburre, no necesariamente porque fuera yo quien estaba frente a él...

Otra vez un tío se tiró desde un puente justo cuando pasaba mi tren por debajo y tuvimos que esperar como dos horas a que llegara la policía, los bomberos, el juez y, hasta que no levantaron el cadáver, no se movía de allí ni Perry Mason. A las 12 y pico de la noche llegué ese oscuro y frío día de invierno agotada después de una intensa jornada de trabajo a mi hogar, dulce hogar.

Y la última anécdota: el curso pasado volvía todos los miércoles con una compañera que también es española, y claro, hablando en español. De pronto se nos acercó un tío y nos preguntó (en español) de dónde éramos, y qué hacíamos en Kortrijk y por qué vivíamos en Bélgica con lo que mola España y tal. Típico, les encanta hablar contigo en español si saben un poquito. Otro coñacete, pensé.
¡Pero no! Este chico (señor, mejor) se llama Stefan y es gaitero de profesión. Y no es coña: es gaitero, le vuelven loco las gaitas y da clases de gaita y conciertos por toda Bélgica. Por este motivo va mucho a Galicia y por lo visto es amiguete de Carlos Núñez (al loro) y de no sé cuántos músicos más que deben ser conocidísimos allí. Muy majete Stefan, y ahora coincidimos todos los miércoles en el tren, y por su cumple se trajo un trozo de tortilla y una botella de vino para compartirla en el tren con nosotras, y nos ha invitado a una exposición de fotografía hecha por su novia y a conciertos...
Pues eso es lo que tiene pasar tanto tiempo en el tren. A veces lo llevo ejor y, otras veces, cuando llueve y hace frío y cosas, pues peor. Hablando de, tengo que coger uno, me voy a Bruselas a recoger a Pepe, que viene a pasar el fin de semana a la fría (y es literal, unos 10-12 graditos hoy de máxima) Bélgica, ¡¡yippie!!

1 comentario:

Miguel dijo...

Después de leer tu entrada sobre Facebook me replanteo muchas cosas. Pronto las pondré en práctica. ¡Gracias! Besos.