lunes, 22 de diciembre de 2008

No tenemos gobierno

Después de no sé cuántos meses de críticas, un intento fallido (rechazado por el rey) de dimitir, gobierno interino y un sinfín de movimientos políticos que nadie entiende, finalmente nos hemos quedado sin gobierno.
En Bélgica, se entiende.
Y el caso es que la vida sigue como si nada, la gente está taaaaaaaaaaaaaaaan harta (y lo entiendo) de políticos incompetentes que se dedican a jugar con sus votos sin hacer política de verdad que, pese a la gravedad de la situación, no se echan las manos a la cabeza. Menos aún con las Navidades a la vuelta de la esquina, todos queremos disfrutar de unos días de familia y vacaciones y no hay tiempo para politiquillos de mierda.
A ver dónde va a parar todo esto.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

De alarmas a bombas (riesgos laborales, segunda parte)

Ya sé que suena a exageración, pero es que es verdad.
El viernes una alarma y el lunes una bomba. Especifico: una bomda de la Segunda Guerra Mundial que al final resultó estar tan oxidada que no podía explotar.
La encontraron entre las vías de la estación de trenes que uso tres días por semana para ir a trabajar, un par de horas antes de que yo tuviera que coger el tren que normalmente cojo.
Desalojaron la estación, desactivaron la bomba y aquí paz y después gloria, pero el atasco de trenes que se montó (sí, sí, existen, doy fe) fue monumental. 
Tanto, que los dos trenes que los unes tengo que coger para ir a trabajar se convirtieron en cinco. Llamé a la escuela para advertirlo, claro, pero no contaba yo con que el retraso sería de hasta una hora y media. Total, que cuando sólo me quedaba por coger el último tren y media hora para llegar a la escuela (una hora y pico más tarde de lo normal, todo hay que decirlo) me llaman diciendo que casi que no, oye, que los alumnos se han cansado de esperar y se van a casa.
El caso es que lo entiendo, pero me pasé en total, entr ida y vuelta a casa, 4 horas en trenes y estaciones, total para nada, para no trabajar ni tampoco poder disfrutar de una noche en casita con mi maridito y la cenita y un buen libro. Y con este frío que se mete hasta los huesos, me cago en la...
Para que luego digan que los profesores que qué bien vivimos, y qué trabajo más fácil y relajado, y que nos quejamos de vicio...¡Vocacional tiene que ser para querer ir a currar al día siguiente después de tanta aventura!

lunes, 15 de diciembre de 2008

Siniestralidad laboral

No es un problema especialmente grave en este país, pero yo he sufrido en mis propia carne (léase a lo María José Cantudo) los peligros de mi profesión.
El viernes estaba planeado que recuperara una clase que no había podido dar hace dos semanas en la universidad a causa de mi viaje a Madrid por la muerte de mi abuelo.
Dándole vueltas a mi horario, a la disponibilidad de los alumnos y al número de aulas libres que podría haber, llegué a la conclusión de que el único momento para recuperar susodicha clase iba a tener que ser un viernes de 18 a 20.30, lo que es de noche de noche por estos lares.
Pues nada, varios alumnos muy solícitos encantados de poder recuperar mi clase y el secretario de la escuela universitaria me informa de que los guardas del edificio estarán al tanto para no dejarnos encerrados ni nad apor el estilo, ya que seré la única persona que levantará el país con el sudor (frío, con estas temperaturas...) un viernes por la noche. Eso es amor al arte.
Total, que allí me planté, y para mi sopresa no podía dejarme encerrada dentro con mis alumnos porque...¡ya estaba cerrado!Joder, vaya lío, pensé, no puedo cancelar la clase sin más ni más, hay alumnos que vienen de muy lejos para estos, otros tienen que hacer hoy su examen oral...Bueno, a ver si mi llave abre el portón de la escuela...¡Ohhhhhhhh, cielos, sí que lo abre, problema solucionado!Hala, adentro que voy muy dispuesta yo, seguida del típico alumno que siempre llega 10 minutos antes. Otra puerta interior está cerrada, pero ya no me achanto ante las dificultades, y pruebo suerte con una lateral que tampoco se resiste a mi llave mágica. Total, que entramos tranquilamente, enciendo todas las luces mientras me cago en la madre del secretario que se ha olvidado de que tengo que dar clase y está haciendo de esto una carrera de obstáculos para mí cuando, de repente, emepieza a sonar la alarma!!!!!!!!!!Alarma que yo no sabía que existía pero, joder, aún me duelen los oídos de lo fuerte que sonaba.
¿Qué hacemos?, pregunta mi alumno (sí, ese que normalmente me fastidiaría que hubiera llegado tan pronto, pero por esta vez me ha dado la vida, así no tengo que pasar por todo este pollo yo sola) ¿No tienes un número de teléfono al que llamar? Ay, hijo, ojalá...(lo d ehijo es irónico y una forma de hablar, el señor tiene 60 y pico palos...)
Pues nada, no vamos a quedarnos dentro mientras la alarma nos taladra los tímpanos, así que decidimos salir fuera y, justo cuando lo conseguimos, la alarma se apaga. Uf, qué alivio, pero mi problema de dar clase no se soluciona, y cada vez van llegadno más alumnos a los que tengo que explicarles la situación...
Por supuesto, no hay alarma sin segurata que la respalde, y al minuto se planta en la puerta como Rambo dispuesto a cargarse él solito a toda una banda de ladrones de universidades. Menos mal que estoy yo ahí para explicarle lo que pasa, que se han olvidao de mí, que nadie me quiere, que tengo que trabajar un viernes por la noche y, además, me saltan las alarmas. Espere que hago una llamada para confirmarlo. Está bien, puede dar su clase, a las 20.30 vengo yo a cerrar, dice el chico, que ha dejado de ser Rambo y se ha convertido en una persona mucho más normal y amable.
Moraleja: no pienso volver a recuperar ninguna clase que no pueda dar, mi salud y mi vergüenza peligran. Eso sí, no hay mal que por bien no venga y ahora soy la profesora que "fíjate, pobrecita, encima de que viene a trabajar un viernes cuando no hay nadie y todo el mundo está en su casa o con sus amigos, van y se olvidan de ella. Eso es pasión por tu trabajo, qué maja la profesora de español, oyes".

viernes, 12 de diciembre de 2008

"The economist" y la Sachertorte

Es una revista inglesa que conocía sólo de nombre. El viernes pasado, mientras esperábamos en el aeropuerto de Bruselas, vi que ahbía un ejemplar sobre un asiento, y la cogí para Mathias, que sé que le gusta la economía y leer sobre ello.
Efectivamente, la leyó, y encontró algunos artículos que le gustaron mucho  que me recomendó leer. Uf, qué pereza, pensé yo. Y es que lo de la economía no e slo mío, de verdad que no me interesa...Insistió especilamente en un artículo sobre Rusia, uno bastante extenso y profundo en el que se dibujaba un panorama estremecedor sobre la situación actual de este país.
Vale, eso me interesa más, me dije. Pero tengo otras prioridades, otras cosas que quiero leer antes, así que ya lo leeré.
Pues resulta que el martes me picó la curiosidad y me la llevé para leer en el tren, más que nada porque una revista no pesa nada y, cuando tengo que llevar la mochila llena de libros y material para las clases, se agradece poder llevar lago para leer que no pese mucho (como suele ocurrir con casi todas las novelas que leo). Pues vaya sorpresa me llevé: me gustó, y mucho. Me apreció bien escrita, con artículos muy muy interesantes, bien documentada, fácil de leer. Y no sólo trata tenmas económicos, ni mucho menos. Si no, no la leería, que de verdad que no entiendo nada de economía.
Además, a raíz de todo esto, he recordado el sueño que mi madre tenía para mí cuando era pequeña: que me hiciera diplomática para poder ser un día embajadora en Viena y que ella pudiera pasar temporadas en esta ciudad, su favorita, y así ir a conciertos de música clásica y a museos todo el día e inflarse a comer Sachertorte. Pues bien, no digo yo que a Viena, pero creo que no me importaría, al contrario, me encantaría, poder tener una carrera como diplomática...Estoy ahí dándole vueltas al coco.
Y todo por leer una revista, qué sorpresas nos da la vida.

martes, 9 de diciembre de 2008

Hablando de releer

Como dije en la última entrada, escrita hace justo una semana, estaba dudando si escoge run libro nuevo, que no hubiera leído nunca, o decantarme por la relectura de alguno que me haya marcado. Al final ha sido la segunda opción, y tengo entre manos "La caverna", de Saramago.
Buena elección, pues la estoy saboreando como no lo hice la primera vez, deteniéndome en las innumerables perlas que deja a lo largo de todo el libro Saramago. Y me deleito com el propio ritmo del libro, que me lleva suavemente sin que tenga que hacer ningún esfuerzo por pasar páginas. Todo lo contrario, puro placer de lectura. Y qué bien me viene en estos días de trasiego, aeropuertos, trenes y mucho frío.
Refugio, ésa es la palabra.

martes, 2 de diciembre de 2008

Tres veces en un mes

Las mismas que voy a ir a Madrid en este mes de diciembre, después de cuatro meses de ausencia...El fin de semana pasado a mata caballo para asisitir al entierro de mi abuelo. Este fin de semana, ya un poco más preparado, para ir a la boda de mi hermana MªEugenia. Y la tercera, como no podía ser de otra forma, para pasar la Navidad con mis padres y mis hermanos.
Es un poco demasiado, pero me encanta viajar, más aún si es para reunirme con los míos y, de paso, disfrutar un poco del sol de invierno madrileño, de una cañita rica antes de comer en la barra de un bar, de sobremesas que se alargan hasta las 5 de la atrde y del frío seco que me da un respiro de tanta lluvia y nube pegada a la nube como hay aquí, coño, que deprime.
Tanto viaje es y será la causa de que escriba menos en el blog (supongo) pero, al mismo tiempo, me da mucho margen para leer y releer. Como la última novela que ha pasado por mis manos: "The pearl", de Steinbeck, en una relectura que me ha sabido mucho más sabrosa que la primera vez que leí el libro, y mira que me impactó...
Por eso estoy ahora en la tesitura de leer algo nuevo o pasarme por una temporada a la relectura de obras que me han marcado, y así redescubrirlas con una nueva perspectiva. No sé, no sé.
De momento  tengo que ponerme a estudiar neerlandés, que el curso se llama intensivo por algo. Y mañana tengo examen, excusa perfecta para hacer lo que me gusta en vez de ponerme a estudiar, que es lo que debo: hacer café, rebuscar en la librería a ver qué sorpresa encuentro, escuchar soleás para practicar los pasos de baile que estoy aprendiendo en clase de flamenco, el periódico, preparar nuevo material para mis clases, escribir emails a amigos, ver las noticias. 
está bien, a estudiar. Y que conste que ya he avisado de que lo mismo no puedo escribir en varios días. Y el que avisa no es traidor.