sábado, 24 de noviembre de 2012

¿A qué huelen las cosas que no huelen?

¿Alguien se acuerda de ese anuncio de los noventa? No por el anuncio en sí, sino porque desde hace días, casi semanas, me ronda la cabeza un desasosiego: no sé a dónde van a parar los pensamientos que, una vez pensados, no hemos vuelto a poner en práctica.
Me explico con un ejemplo: hace un par de meses di una charla a un grupo de estudiantes de la universidad de Lovaina acerca de las distintas posibilidades de estudiar en España (hay muchísimas más que la Erasmus)
El caso es que llevaba preparando, y con ganas, esas charla varios días. Cuando terminó, me di cuenta de que había olvidado decir algunas cosas, un par de anécdotas, una bromilla. Y, ahora, tantas semanas después, no recuerdo de qué se trataba. Esos pensamientos: ¿han desaparecido?
Igual que cuando anoto mentalmente ideas que quiero comentar en la mesa con Mathias, ya por la noche, al calor  de un vinito o una cervecilla, después de un día de trabajo. Generalmente no son trascendentes ni van a definir nuestra existencia, pero me da rabia cuando me doy cuenta que las he olvidado, que no recuerdo de qué artículo se trataba, o qué suceso o qué me llama la atención de una persona X que quería comentárselo a Mathias, o qué han dicho o hecho los niños que merece la pena rememorarlo unas horas después.
Imagino que será un mecanismo humano para no sobrecargar la memoria, que no se puede almacenar y recordar todo. ¿O sí?
¿Alguien ha pensado alguna vez en esto? ¿Habrá pelis o libros o ensayos que hablen sobre ello?
Una última conclusión: me ocurre lo mismo con el blog, casi a dirario tengo ideas y temas sobre los que quiero escribir, y casi a diario por múltiples razones no puedo sentarme a hacerlo, de modo que esas ideas se me van,  se borran, desaparecen. Me da mucha pena.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Primer día de cole

Ya está, hoy ha sido tu primer día en el cole, Tobias. Bueno, medio día, esta semana tienes la suerte de que mamá ha removido Roma con Santiago para quedarse en casa durante el día y poder llevarte y recogerte y que puedas venir a comer a casa y echarte la siesta. Muchos papás nos habían dicho que los primeros meses estáis muy cansados, que son muchas emociones y experiencias nuevas y vuestros cuerpecitos necesitan mucho descanso para asimilarlo todo.
¡Ha sido todo un éxito! No has llorado nada de nada y, cuando por fin hemos entrado en la clase (hoy, excepcionalmente, podía llevarte hasta tu clase, igual que los papás de los otros 11 niños que también empezaban hoy en párvulos) sin problemas te has quitado tu solo el abrigo, sabías ya dónde colgarlo junto con tu mochila (tu símbolo es el globo) y te has ido directo a jugar, hala, adiós, mamá.
Toda orgullosa me he venido a casa pensando en ti, en lo personajito que eres, con tu mochilita, tu gorro y tu bufanda, tan grande ya que vas al cole y, al tiempo, tan pequeñito todavía. 
No, no he llorado, no te preocupes, estaba (estoy) tan orgullosa de ti, ¡cómo podría llorar, al contrario!
La mañana se me ha quedado en nada, cortísima, y cuando me he dado cuenta tenía que salir otra vez a buscarte. Madre total, esperando a la puerta del cole a poder entrar para comerte a besos. Madre total, de charleta con otras madres haciendo tiempo (claro, he llegado demasiado pronto, pero es que además tenía que inscribir, YA!, a Clarita, Dios, acabo de dejar  a uno y ya tengo que empezar a pensar en dejar a la otra...) hasta que ha sonado la sirena.
Y ahí estabas, super obediente, sentado en el banco con los otros niños hasta que llegara mamá, tan mayor, tan pequeñito aún...Uf, se me ha salido el corazón por la boca, qué sensación más increíble! Y desde que me has visto hasta que has llegado a casa no has parado de contarme lo que has hecho, lo que ha pasado en esas poquitas horas -seguro que para ti han sido larguísimas-: que si una canción, que habéis tomado leche, que te has comido el plátano que llevabas para el recreo, que has salido fuera en el recreo, que dos niños iban corriendo y se han caído al suelo y se han hecho daño, que no sé qué de un camión y un tren y los coches, que habéis leído un libro, que tú no te sabías la canción, que has hecho pipí en el wáter con la juf (seño) Ann, que, que, que...tanta emoción que por el camino te has hecho pipí en los pantalones ;-)
Ahora duermes, después de ponerte morado con la comida que te ha hecho mamá, acelerado todavía, sin parar de hablar mientras comías. Después de comer, mientras yo recogía, todavía tenías energía para correr y montar en bici por el salón y saltar en el sillón y subir las escaleras a cuatro patas, uf! Yo creo que estabas ya tan pasado de rosca, con tantas emociones, que todo eso tenía que salir por algún sitio.
Por eso ahora estás recuperándote de todo lo que has vivido hoy. Ha sido un gran paso para ti, pero aún más para tu papá y para mí. Tu primer día de cole, nunca lo olvidaré. Por eso te escribo, para que algún día tú también puedas leer cómo fue el primer día de los muchos años que te esperan en el colegio...
Y, sí, claro, cómo no, te he hecho fotos. ¡Y no era yo la única cámara en mano esta mañana en el patio!