martes, 25 de febrero de 2014

Olores

Se me viene a la cabeza el archiconocido pasaje de la madalena en  "En busca del tiempo perdido" de Proust. Novela que nunca he leído, por cierto. Shame on me. 
El caso es que esta mañana, camino a la estación, he pensado que hacía ya demasiado tiempo que no escribía en el blog. Y mira que tengo ideas, muchas, todos los días. Tantas que a menudo pienso que me darían para una novela. Esa novela probablemente sería una mierda, pero me daría igual, como dice uno de los personajes de "House of cards" en el 2° capítulo de la 2° temporada. Sí, estamos enganchados a una nueva serie. 
Pero me estoy yendo por las ramas. Estaba hablando de los olores. De camino a la estación esta mañana me ha venido a la mente que mi barrio, Gante, Flandes en general, los asocio a un tipo de olor muy concreto. Es un olor propio, es flamenco, y con ello me refiero a algo positivo. Casi simultáneamente (es fascinante cómo funciona la mente, poder pensar y sentir varias cosas a la vez, al ponerlas en orden mediante el lenguaje tenemos que priorizar, pero en sí son fenómenos simultáneos, al menos en mi caso) me han venido a la memoria (¿a la pituitaria? ¿a la mente?) los olores de muchos sitios en los que he estado. El de Tánger, especiado, intenso, desbordante. El de las islas Eólicas, mezcla de azufre, mar y pizza. El de Islandia= sin olor. O mejor dicho, olor a viento del norte. El de Munich, extensible para mí a toda Alemania: olor a casero, a "gemütlich" como dicen ellos, a pastel y café a media tarde, un poco a canela, a madera. El olor de Córdoba, a azahar y paseos y alguna tapita. El de Viena, el de Francia, el de Asturias, el de París (que no es igual al olor de Francia, ojo), el de Dinamarca, el de Londres, el de mi casa, el de la casa de mis padres, el de la casa de mi suegra. Y así con todos los lugares en los que he estado alguna vez.
Ahora que me paro y lo escribo, cuando siento por dentro la necesidad imperiosa de viajar creo que se debe a la necesidad imperiosa de descubrir olores nuevos, de asociarlos a ese lugar y retenerlos para siempre. 

Nota: Sé que lo del  olor del viento del norte suena cursi, pero es así como me olía Islandia, y ya está.