martes, 8 de septiembre de 2009

Cachemira

El domingo me apeteció comprar "El País", más que por la información en sí por el suplemento, lo confieso. Y, peor aún, no para leerlo por el mero goce de hacerlo, sino para sacar posible material para mis clases, que este año tengo, ¡por fin!, grupos de un nivel muy avanzado.
No me dio tiempo casi ni a abrirlo, así que me entregué a la autopsia (no podría llamarlo lectura) con gran curiosidad ayer,lunes, preparando mis clases, insisto.
Hasta que me topé con el reportaje de Juan José Millás sobre Cachemira. Porque ahí se me acabó el placer, la lectura y hasta las ganas de seguir con mi autopsia. El sillón se volvió afilado y acusador. Yo, cómodamente sentada en el salón de mi casa, con un buen café en la mano, mi música puesta, inconsciente del horror que me esperaba tras ese artículo.
No quiero parecer dramática, pero desde ayer no dejo de pensar en ello. Millás describe con toda su crudeza algunas (pocas, pero suficientes) historias humanas afiladas y desgarradoras que te hacen abrir los ojos a la realidad casi a patadas.
Cachemira en una región sacudida y abierta en canal por lo que (muy políticamente correctos) llamamos un "conflicto" olvidado. En permanente guerra desde la independencia de la India, en 1947. ¡¡¡¡62 años en guerra!!!! Yo, al menos, no puedo concebirlo, no hay espacio físico en mi cabeza para ello. y, sin embargo, joder, ahí está, esa realidad que, de tan dura, me hace llorar. De verdad.
Miles de desaparecidos, torturados de formas horrendas y casi inimaginables, miles, pero miles, de huérfanos, militares, paramilitares, para-para-militares-ya-no-sé-ni-quién-soy campando a sus anchas y violando a mujeres y niños, más torturas inconcebibles y más de medio millón de soldados indios (por lo visto es más de la mitad del ejército del país) desplegados en una zona de la que, al menos yo, muy poquito sabía.
Todo este conglomerado de horrores que aún intento digerir me está conduciendo por el camino de dos grandes conlusiones o pensamientos. El primero, que yo contribuyo también un poco a que ese horror ( y tantos otros que están sacudiendo a este mundo de mierda en el que vivimos) siga ahí mientras me limite a leer sobre ello desde mi mullido y acomodado sillón de joven profesional de clase media. Así que algo habrá que hacer, moverse, en alguna dirección.
Y, dos, tras varias lecturas -por casualidad, aunque al final han apuntado todas en la misma dirección- en las últimas semanas acerca de la India (entre ellas, la espeluznante "The white tiger", una novela fabulosa y desgarradora del escritor indio Aravind Adiga) mi opinión sobre aquel país ( y perdón por el prejuicio, que nadie se ofenda) no es precisamente positiva; más bien, se acerca a la idea de Anuradha Roy, una escritora india que dice que la mística india es un invento occidental y que ya en el Mahabaharata se refleja muy bien lo que es la India verdaderamente: materialismo, intrigas, codicia y violencia. "Slumdog millionaire", "The white tiger", algún que otro blog, noticias en los periódicos, otro reportaje en El País de la semana pasada titulado "Las guerreras del sari rosa"...En fin, son demasiadas señales que me hacen pensar que, como dice Millás, "los actores famosos con mala conciencia y los hippies tardíos y los cantantes de éxito, todos con su ONG portátil y poscolonial debajo del brazo", siguiendo la estela de los Beatles y Octavio Paz, han creado una imagen de la India mística, paradisíaca y espiritual que en nada parece corresponderse con la realidad.

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