jueves, 20 de noviembre de 2008

Lo urgente no le deja espacio a lo importante

No sé si ya he escrito esto antes, pero es una frase que una vez dijo mi amiga Ana y que me parece una de las frases más sabias que he oído nunca. Desde entonces se repite en mi mente casi todos los días, y cada día me doy nuevamente cuenta de la enorme verdad que encierran estas palabras.
Por dedicarme a lo urgente voy por la vida muchas veces más rápido de lo que debiera, y me falta el tiempo y la concentración para dedicarme a lo importante: aprender, leer, pasar tiempo con mis amigos y familia, reír, estudiar más, ser mejor profesionalemente, escribir poemas de nuevo, observar a mi alrededor para luego ponerlo en el blog.

Hablando de intimidades, este otoño está siendo menos duro que los dos anteriores. No sé si es que ya me he acostumbrado a que los días se hagan noche a las 5 de la tarde, a la lluvia y a la luz que ilumina tan poquito, o simplemente que me he hecho un poco más mayor y no dejo que esas cosas me afecten tanto. No sé por qué, pero es así, Mejor para mí, uf, qué mal lo pasé el otño pasado, y el anterior...
Mientras escribo esto bebo té caliente con sabor a chile y a chocolate, ole. Lo compramos en Aachen (Aken en neerlandés, Aquisgrán en español) en un viaje relámpago que hicimos hace dos fines de semana, aprovechando un puente y un regalo de bodas que nos quedaba por usar ;-)
La tienda donde lo compramos es la típica tienda de tés alemana, con miles de chorradillas para eso, con latas y latas de tés de todos los nombres y olores, que puedes olisquear hasta que te decides por el/los que quieres comprar. Estando allí dentro me acordaba de los viajes que hacía mi padre a Alemania cuando éramos niños y aún vivíamos en Cáceres y volvía describiendo esas tiendecitas como el séptimo cielo. Después nos contaba los olores y cientos de tipos de tés que podría haber comprado y yo pensaba que de mayor quería beber eso tan raro y tan rico.
Pues ya soy mayor y este té caliente es perfecto para esta época del año, las bolsitas en que nos lo empaquetaron eran indénticas a las que solía traer mi padre y los miles de olores y tipos de té estaban encerrados en esas latas enormes que él describía.
Como el pasaje de la magdalena en "En busca del tiempo perdido"...

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