miércoles, 20 de octubre de 2010

Viaje inesperado en tren

Ayer, martes, tenía que volver a Gante de mi trabajo en la universidad de Lovaina, y tenía que volver a tiempo para poder dar mi clase de por la noche. No era tan fácil porque, por segundo día consecutivo, los trabajadores del ferrocarril decidieron llevar a cabo "acciones" (léase: bloquear el nudo de comunicaciones ferroviarias más importante de todo Bélgica, Bruselas-Sur). Y digo por segundo día consecutivo porque el día anterior hicieron una huelga que paralizó a todo el país, ocasionó hasta 450km de atasco en determinado momento y trastornó la rutina de mogollón de gente. Pero no voy a escribir sobre el derecho a huelga de los trabajadores ni nada de eso (bastante tenemos ya con ver los últimos días lo que está pasando en Francia) sino de las consecuencias, nada traumáticas, que tuvo para mí.
Como decía, tenía que llegar de algún modo a casa, así que opté por evitar Bruselas-Sur dando un rodeo que-te-cagas. Para que os hagáis una idea, es como si intentas hacer Sevilla-Madrid pasando por Alicante, pero a escala belga, claro ;-) Además, en un tren regional que paraba en absolutamente toooooooooooodos los pueblos, aldeas, apeaderos y hasta buzones de correos que había por el camino. Y no exagero. Bueno, un poco sí.
Pero lo disfruté, mucho, porque vi un paisaje que no conocía en absoluto, muy verde, con el sol otoñal típico de esta época, un paisaje de colores ocres, pardos, marrones, con una fantástica novela en la mano y medio adormilada por el calorcito que me daban esos tímidos rayos de sol y el traquetreo del tren.
Llegué con tiempo de sobra a Gante (también hay que decir que terminé de trabajar una hora y media antes de lo normal para asegurarme de ello) y redescubrí que en lo inesperado puede esconderse una tarde de otoño relajante e inspiradora. No todo tiene que ser siempre estrés, prisa, reuniones, lluvia, trabajo, ¿verdad?

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