miércoles, 17 de diciembre de 2008

De alarmas a bombas (riesgos laborales, segunda parte)

Ya sé que suena a exageración, pero es que es verdad.
El viernes una alarma y el lunes una bomba. Especifico: una bomda de la Segunda Guerra Mundial que al final resultó estar tan oxidada que no podía explotar.
La encontraron entre las vías de la estación de trenes que uso tres días por semana para ir a trabajar, un par de horas antes de que yo tuviera que coger el tren que normalmente cojo.
Desalojaron la estación, desactivaron la bomba y aquí paz y después gloria, pero el atasco de trenes que se montó (sí, sí, existen, doy fe) fue monumental. 
Tanto, que los dos trenes que los unes tengo que coger para ir a trabajar se convirtieron en cinco. Llamé a la escuela para advertirlo, claro, pero no contaba yo con que el retraso sería de hasta una hora y media. Total, que cuando sólo me quedaba por coger el último tren y media hora para llegar a la escuela (una hora y pico más tarde de lo normal, todo hay que decirlo) me llaman diciendo que casi que no, oye, que los alumnos se han cansado de esperar y se van a casa.
El caso es que lo entiendo, pero me pasé en total, entr ida y vuelta a casa, 4 horas en trenes y estaciones, total para nada, para no trabajar ni tampoco poder disfrutar de una noche en casita con mi maridito y la cenita y un buen libro. Y con este frío que se mete hasta los huesos, me cago en la...
Para que luego digan que los profesores que qué bien vivimos, y qué trabajo más fácil y relajado, y que nos quejamos de vicio...¡Vocacional tiene que ser para querer ir a currar al día siguiente después de tanta aventura!

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