Es el propósito de mi entrada del blog de hoy. A favor de estos belgas, o flamencos, o ganteses. De algunos, al menos. Y no sé si tendrá que ver con que poco a poco parece que va acercándose la Navidad (aunque antes tiene que parar San Nicolás por aquí) o que, debido al frío, la gente busca algo de calor humano.
Sea como sea, esta mañana he ido a hacer un par de recados en mi bici nueva. Es verdad que es una bici muy chula, roja, tipo holandesa, de paseo, con una cesta de mimbre en la parte delantera para meter las compras y una sillita de niño a juego -roja, también- en la parte trasera. La había aparcado y, al volver a cogerla para seguir con mis recados, un señor mayor estaba aparcando la suya.
"Me recuerda a cuando yo era joven", ma ha dicho, todo sonriente él, vestido con ropa deportiva y una mochila al hombro (estábamos delante de la piscina cubierta).
"¿Y eso?", le he preguntado yo.
"Mis padres tenían una tienda de bicis", ha contestado el señor, "y yo siempre iba a hacer la compra en una bici igual que la tuya, así, con la cesta delante. Es una bici magnífica, robusta, un poco lenta pero muy segura".
"Ya", le he dicho yo, "aunque pesa un poco".
"Pero eso es bueno, es una bici magnífica, preciosa. Disfrútala".
Y yo, que he dormido muy mal y por eso estoy como medio atontada todo el día, flotando, me he ido en una nube, henchida de orgullo, con mi bici roja.
Siguiente parada: "matricular" la bici. En el centro mismo de la ciudad. En mi estado todavía soñador y como embodado (mientras escribo esto sigo así, no sé qué me ha dado hoy) era la oportunidad perfecta para enredarme un poco en el ambiente pre-navideño, el centro de Gante lleno de gente, dia de mercado, turistas, operarios instalando ya los mercados navideños, las tiendas decoradas con San Nicolases y "Zwarte Pieten". Demasiado anonadada para hacer fotos con las que acompañar esta entrada, ahora me arrepiento un poco de mi despiste.
Por fin he conseguido llegar donde quería sin caer en la tentación de pararme a toma run gofre o un chocolate, y el señor -también algo mayor, de manos grandes de trabajador y gafas para ver de cerca que tenía que ponerse y quitarse según para ver qué- que estaba en el taller de bicis ha sido también amabilísimo, dándome conversación. Nada trascendental, que si las bicis, que qué bici más bonita (☺), el frío, cosas así. Sin patronizarme (mi acento, mi nombre...), sin preguntarme de dónde soy ni decir la palabra "cerveza" al oír que soy española.
Por eso he vuelto a casa así, feliz con estos encuentros pequeños que me ofrece a veces la vida, con estas dosis de calor humano en días cada vez más cortos, más oscuros y más fríos.
Y, aunque es verdad que a veces me quejo de la frialdad generalizada de (algunos) belgas, hoy tengo que romper una lanza en su favor.
1 comentario:
Bonito, muy bonito.
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