Me gusta esta palabra. No es lo mismo que verano.
Este verano es, por fin, verano-verano aquí en Bélgica. Piscina en el patio, barbacoas por la tarde-noche, melón fresquito, helado en el congelador.
Siesta con la caló, gazpacho, persianas echadas y cortinas cerradas a cal y canto hasta que se pone el sol, que es cuando abrimos de nuevo, al caer la tarde. El cuerpo pide entonces una cervecita fresquita en el portal, comentando los acontecimientos del día.
Verano de sudar, de dormir en ropa interior y los niños en pañal, verano de gafas de sol y de salir de casa solo prontito por la mañana o tarde por la tarde. Terracita por la noche, con la suerte de tener que llevarse un algo de manga larga, porque refresca.
Y, aunque se hayan terminado las vacaciones, y el próximo viaje no podamos hacerlo hasta dentro de unos meses, rompemos la rutina del trabajo con nuestro verano. Es, definitvamente, mi estación favorita, la que, sin duda, mejores recuerdos me trae de mi infancia y mi adolescencia. Es la época en que más viva y más despierta me siento, con más energía, más feliz. Se reactivan mis sueños, escribo poesía mentalmente mientras ando descalza por la casa, los días se estiran y dan mucho más de sí, es todo mucho más fácil y auténtico.Joé, ¡si es que me encanta todo del verano!
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