Frase que vale para muchos, pero que muchos países y ámbitos de todo el mundo.
Alguna vez he pensado, ingenua de mí, que aquí en el mundo occidental las cosas son distintas (es verdad que un poco sí que lo son). No obstante, también a veces me doy de bruces con realidades que me recuerdan que todavía queda mucho por hacer, aunque estemos en el buen camino.
La última fue, sin ir más lejos, la semana pasada, en dos ocasiones distintas, en dos universidades distintas, donde ya sabéis que trabajo.
El martes, en Lovaina: reunión de la subfacultad de lingüística para ponernos a todos al corriente del proceso de integración de la universidad de Lovaina con escuelas superiores de Amberes y Bruselas (un poco rollo, no voy a extenderme con esto). Intervinieron decanos y jefes de departamento a cascoporro. ¿Cuántas mujeres tomaron la palabra? Tres. ¿Cuántos hombres? Trece. Pelín desproporcionado, me parece a mí. Entre el público, inmensa mayoría de mujeres: doctorandas, potdocs, asistentes, profesoras, catedráticas.
El sábado, en Gante: el centro de idiomas donde trabajo ha logrado un proyecto muy prestigioso, a saber, la organización de un examen para que profesores de todas las universidades flamencas puedan obtener un certificado de nivel C1 de inglés (si aprueban el examen, claro). Todos los profesores del centro, seamos de inglés o no, tenemos que vigilar en el examen. La vigilancia consistía en mucho más, ya que teníamos que prepararlo todo para que los profesores pudieran hacer el examen a través de un sistema informático y luego guardar todos los archivos en un dropbox en una plataforma digital y bla, bla, bla. En fin, al grano: ¿cuántos profesores, hombres, hicieron el examen el día que me tocó a mí vigilar? 19. ¿Cuántas profesoras? 7.
He estado reflexionando bastante y comentando estos dos hechos con mucha gente, hombres y mujeres, del ámbito universitario y de otros ámbitos, y mi gran conclusión es que sí, en comparación con hace algunos años hemos avanzado mucho, las mujeres ocupamos muchos más puestos de responsabilidad que hace no tanto, pero la proporción sigue estando bastante desproporcionada, si me permitís el oxímoron. Y no es porque nosotras no queramos, o no sepamos o no podamos, sino porque no nos dejan. Así de radical y así de sencillo. Cómo se explica si no que, en el ámbito universitario, seamos (y estos son datos empíricos y estadísticos, no son ideas ni estimaciones mías) haya muchas más mujeres estudiantes, doctorandas, asistentes y doctoras, pero en los puestos de responsabilidad siga habiendo una mayoría abrumdora de hombres.
La esperanza que me queda, que nos queda (hablo por el extenso grupo de gente -tanto hombres como mujeres- con los que he comentado este tema estos días) es que somos conscientes de ello y estamos dispuestas, silenciosa pero firmemente, a cambiarlo.
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