Acabo de darle a la tecla de "Delete" cuando tenía la entrada casi terminada. Porque era la enésima lista de mis cosas, y ya está bien, que parece que no sé escribir si no es haciendo listas y con muchos paréntesis.
En resumen: esta baja me está sirviendo para leer mucho, mil cosas, de todo tipo, desde artículos y libros para el trabajo, para el doctorado, para las clases, el periódico, blogs y más blogs, una novela ("The life of Pi"), artículos y columnas de opinión. En español pero también en neerlandés. Y a todo eso le añado vídeos, pelis, series, documentales, noticias, montajes chulos que la gente a la que le sobra el tiempo cualga en internet.
Y con todo ello hago un amalgama en mi cabeza desde hace una semana, reflexiono, lo mastico, lo rumio. Medito y extraigo mis propias conclusiones, en mi diario, en secreto, compartidas con Mathias, con mi madre o con amigos.
Veo películas con los niños, sola, con Mathias.
Me surgen ideas para las clases, preguntas que quiero hacer a gente a mi alrededor.
Lleno la agenda -debería incluirlo entre mi lista de aficiones, hacer listas, rellenar agendas-, solamente como helado, yogur, puré de verdura y papilla de fruta.
Monto circuitos de trenes para Tobias, hacemos casas con bloques de Duplo, vuelvo a detenerme a pensar.
Viva lo "slow", que leí hace unos días en el periódico. Coloreo con Clara, si es que a lo que hace ella se le puede llamar colorear.
Navego por internet por el puro placer de hacerlo, busco belleza en fotos, en palabras, en viajes que quiero/queremos hacer.
Como me duele tanto la garganta al hablar, intento comunicarme por otras vías, les escribo a Tobias y a Clara en sus diarios, escribo emails a amigos que están lejos y de los que hace tiempo que no sé nada, salgo a la calle y me detengo en las palabras que pronuncian otros.
Mi director de tesis me recomendó hace justo una semana que me guardara el zen para después de la operación, que con tanto dolor iba a necesitarlo. Él sabía de lo que hablaba, le operaron de lo mismo hace dos años. Inconscientemente, esa frase, sin saber muy bien qué significa (lo del "zen" me parece un concepto vago, abstracto y poco realista en mi vida de madre trabajadora-rabo de lagartija de dos niños pequeños, adorables pero que no paran), se me ha quedado dentro, y me siento muy bien conmigo misma. Mentalmente, se entiende.
Creo que es porque no tengo estrés, ni voy todo el día a la carrera para llegar al tren, a dar mi clase, a recoger a Tobias del cole o a Clara de la guarde. No tengo que ir a ninguna parte, ya ESTOY ahí.
Estar, no ir.
Aún tengo cosas pendientes en mi lista (sí, otra lista), pero todo llegará, tengo varios días de baja por delante y una calma interior como no tenía desde hace mucho, pero mucho, tiempo. Perderé varios kilos, pero estoy ganando en muchas cosas que perseguía desde hace tiempo. Y ahora entiendo a esos escritores que, durante un período de convalencencia, se inflaron a leer y leer y leer y pensar y de ahí surgieron algunas de sus obras maestras.
Frivolidad: ¿qué sabor de helado me recomendarías para cuando se termine el de yogur con frutas del bosque que tengo en el congelador? ¡Que se me acaba pronto y no sé por cuál decidirme!
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