Se supone que iba a ser mañana, día 21/12/12. Pero en algunas partes de la tierra ya es 21 de diciembre y, una vez más, nada, no lo es. El fin del mundo, digo.
Mientras espero al próximo (fin del mundo), disfruto hasta la médula de los preparativos para la Navidad. Este año mucho, muchísimo, más que otros años. Será porque los niños, al menos Tobias, se dan cuenta de que llega, y habla sin parar del árbol de Navidad, y busca los más bonitos y mejor iluminados cuando vamos por la calle, lleno del entusiamos que solo tienen los niños.
Será porque estoy más receptiva que otras veces a dejarme acariciar por las luces que adornan las calles, por la acción solidaria que organiza Studio Brussel; será porque este año estoy muy sensible al cambio de las estaciones, al tiempo, a que los días sean cada vez más cortos, más oscuros y muy caseros; será porque hace falta un refugio que nos salve de tanta tristeza, crisis y malas noticias; será porque (casi) es Navidad.
Sea por lo que sea consigo hacerle un hueco, un espacio de silencio, paz, calor, aquí dentro, que me permite aislarme de los estreses y prisas de estos úlimos días de locura examinativa y correccional en el trabajo.
Una vez más, me sueno a mí misma a tópico, pero de verdad que me da igual. Al contrario, estoy contentísima con esta Navidad que llevo dentro, y por eso este año hemos comprado un árbol grande y de verdad con el que los críos y yo estamos super entusiasmados, hemos puesto un Belén y decorado un poquito el salón, me he quitado tiempo de otras cosas pendientes para salir una mañana a comprar algunos regalos (esta vez consciente de lo que quiero que signifiquen para las personas a las que quiero, no porque sí, porque toca, como tantas otras veces) y me he emocionado con la actuación de Tobias y los demás niños del cole en la función de Navidad del pasado martes.¡Si hasta me he bajado un cd de villancicos versión "indie" para poner en nuestras tardes caseras de juegos y libros y cocina!
Así que, llena de este espíritu de verdad sincero y, si por lo que sea no puedo deseártelo en persona (o por teléfono, aunque sea): ¡FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO!
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