Y la alegría que siento es inmensa. Claro que distinta a cuando nació Tobias, pero también un poco parecido: me sale de dentro, y pienso en las ganas que tengo de darle besos y jugar (como aún hace mucha gente y nosotros mismo con Tobias) a adivinar a quién se parece. ¡Soy la tía Lydia!
Qué ganas de ir en veinte días a Madrid para verla.
Es maravilloso, el milagro de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario