Desde mi Erasmus en Munich no había vuelto a vivir un frío como éste, por debajo de los -5 grados. Y bajando. La diferencia es que el frío de aquí es húmedo, y se mete por debajo de la ropa, y hasta en la cama, y se cuela por las rendijillas de las ventanas y por muchos tés calientes y sopas hirviendo o capas de lana que una se eche encima, no hay forma de quitárselo. Todo el mundo habla de ello, y es que parece inevitable no hacerlo.
Lo peor son los minutos de espera (eterna) del tren o del autobús, pues no me atrevo a ir en bici, que hasta el asfalto está congelado. Y, lo que en otras circunstancias podría ser un mero resbalón y un moratón en el culo, embarazada es un riesgo que no pienso correr.
Dicen que es una ola de frío y que no tiene por qué ser así todo el invierno; pero yo no dejo de pensar en los sin techo que estos días las están pasando putas para encontrar un cobijo caliente, o en cómo coño lo hacen en Rusia (vale, sí, a base de vodka barato que les mata antes de llegar a los 40) o en una chica de un blog que sigo (http://milasdaydreams.blogspot.com) que, cansada del frío finlandés, ha decidido hacer las maletas y pasar con su hija y su marido el resto del invierno en la soleada California. Qué envidia. Por la chica finlandesa, no por los rusos ni los desgraciados sin techo de este país despiadado que es incapaz de ofrecerles siquiera una solución de emergencia.
A lo tonto, este frío y la nieve acercan aún más las Navidades, y mis ganas de que lleguen son incluso mayores que otros años. Con todo lo que hemos vivido últimamente, el otoño parece no haber existido casi para nosotros, y de pronto miro a Tobias y veo a un esquimal rubito enfundado en abrigo-bufanda-gorro-manoplas-mantita-jersey-camisa-camiseta interior cuando hace sólo unos meses veía a un bebé en pañales en la playa. El tiempo, que pasa demasiado deprisa.
Sin poder hacer nada por evitarlo, las semanas se han ido pasando entre emociones de todo tipo, buenas, malas, peores noticias, montañas (toneladas) de trabajo, preocupaciones, tristezas. Y el milagro de la vida empujando, una vez más.
A ver si con las Navidades regreso a la búsqueda de la inspiración, la creatividad, a las risas con los amigos, con mi familia, a tardes de lectura y escritura. Mientras, al menos, Tobias está ahí para seguir jugando con él.